La revolución de Asturias en octubre de 1934 constituye uno de los acontecimientos que más tinta ha hecho correr. Para unos se trata de un ensayo de lo que sería el Frente Popular y el dominio socialista y comunista. Para otros fue un intento de reorientar una República, según algunos, había traicionado a los trabajadores. Los hechos escuetos son estos: la CEDA, partido antirrepublicano, retiró su confianza al gobierno radical y exigió participar en el mismo, forzando la entrada de tres ministros derechistas en el gabinete. Los obreros se alarman por la decisión y el 5 de octubre la CNT convoca una huelga general en todo el país. El seguimiento fue irregular pero en Asturias se trató de una auténtica insurrección coordinada entre las diferentes fuerzas de la izquierda asturiana. El final es bien conocido: la acción combinada de las fuerzas militares del general López Ochoa y los legionarios del coronel Yagüe forzaron la caída de Oviedo y las cuencas mineras, y poco después Gijón. La resistencia revolucionaria fue heroica, llegando, en ocasiones, a la lucha casa por casa, pero infructuosa debido a la enorme diferencia de efectivos y medios. El día 19 todo había terminado y comenzaba la dura represión que se extendió por el pueblo asturiano.
Los estudios sobre la revolución de 1934 son abundantes, así como la recogida de canciones, películas y testimonios orales de sus protagonistas. Entre las más recientes se encuentra la investigación de José I. Taibo II que crea una historia coral desde el punto de vista de los revolucionarios. Una historia que recupera la épica revolucionaria y que recoge las ilusiones de una clase obrera desencantada con el giro reaccionario de la República y que aún creía que el futuro era para ellos. Sin embargo, ¿era posible creer en un triunfo de la Revolución a nivel estatal o la Revolución se estaba lanzando al vacío hacia una muerte segura? Taibo analiza en diez circunstancias las posibilidades de éxito de una Revolución en el octubre de 1934 tratando de hacer un balance con los elementos con los que se contaba en aquellos días y no con la información actual. Su conclusión: «Todo es posible. Pero era difícil, muy difícil».
1.- No hay vacío de poder. No existe una crisis revolucionaria en el sentido de que no hay un vacío de poder. No hay tampoco una profunda descomposición del Gobierno aunada a una incapacidad para mantener las riendas del Estado. Es más, se puede decir que el desgaste sufrido por la coalición de partidos de derecha no ha sido excesivo en un año de gobierno e incluso la coalición está ahora más unida que antes debido a los choques contra el movimiento obrero. Además, «el Gobierno no está aislado y tiene una base social real en amplios sectores de la clase media católica».
2.- El aparato represor está casi intacto. La primera línea del aparato represivo-militar del Estado, la Guardia Civil-Guardia de Asalto, «se ha fogueado en su pequeña guerra civil cotidiana» contra los movimientos obreros, campesinos y mineros que se desarrollan en todo el Estado. «Se han aislado del pueblo creando un mar de odio como frontera». El ejército, asimismo, no está influenciado por la propaganda revolucionaria. «Aún es pronto para que repercuta sobre los reclutas la experiencia represiva sufrida en sus pueblos y ciudades, por su padres y sus hermanos». Además, insiste el autor, «puede que este Ejército sea endeble desde el punto de vista represivo, soldados indecisos, mandos mediocres; pero cuenta con la reserva de los oficiales y las fuerzas de África, los profesionales de la guerra». Sigue leyendo