Mensaje de navidad de Franco

Este es el último mensaje de Navidad de Franco el fin de año de 1974 Franco y Juan Carlos

Y años anteriores: 19551957 y 1958, 19601966, 1967, 1969 o en inglés

Una recopilación de mensajes desde 1937 a 1974.

Y los mensaje del ex rey Juan Carlos desde 1975 hasta 2013.

José Mota imitando al rey en 2010

Los logros sociales de Franco

No puedo evitar ver con tristeza cómo algunos atribuyen a la dictadura de Franco logros ajenos, más allá de propaganda y noticias falsas aquí tenéis la verdad.

Franco no creó la seguridad social – La seguridad social se inicia a través de la comisión de reformas sociales de 1883 y es en 1900 cuando se comienzan a aplicar. La seguridad social queda institucionalizada en 1908 a través del instituto nacional de previsión.

Franco no creó las magistraturas de trabajo – Las magistraturas de trabajo se aprueban por la ley de jurados mixtos del 7 de Mayo de 1931 por parte del ministro de trabajo Francisco Largo Caballero.

Franco no creó las vacaciones pagadas – Las primeras vacaciones pagadas se aprobaron en 1918 a los funcionarios del estado, en 1919 a los oficiales de la marina mercante y en 1931 la ley de contratos de trabajo lo reconocía para todos los trabajadores.

Franco no creó el sistema de pensiones – En 1919 el instituto nacional de previsión establece la imposición de la obligatoriedad de las pensiones y es en 1931 cuando se recoge constitucionalmente y se desarrolla como un seguro unificado para todos los trabajadores

Franco no industrializó España – La guerra destruyó la industria Española y la época de autarquía comprendida entre 1939 y 1957 acabó con los restos. España no recupera el nivel industrial previo a 1936 hasta el año 1970 según datos del banco mundial.

Franco no creó pantanos – Los pantanos fueron programados en el plan Badajoz de 1933 y desarrollados por el ministro de Industria Indalecio Prieto. El plan Badajoz comenzó a gestarse a principios del siglo XX.

Franco no fundó ni Telefónica ni Iberia – Telefónica se funda por iniciativa privada en 1924 e Iberia de forma similar en 1927.

Franco no estableció las primeras ayudas a las familias numerosas – Las primeras ayudas a familias numerosas se establecen el 21 de Junio de 1926 a través del Real Decreto Ley de protección a las familias numerosas de funcionarios públicos y de clase obrera.

Franco no creó las VPO – Las viviendas de protección oficial se crean mediante la ley de casas baratas del 13 de junio de 1911 y se desarrolla a través de un sistema de fundaciones que comienzan a ofrecer viviendas protegidas en 1913.

Franco no nos metió en el capitalismo – El capitalismo moderno entendido como liberalismo político de corte industrial se desarrolla en españa en el siglo XIX, esto es directamente una estupidez.

Franco no nos metió en la ONU – La ONU bloqueó la entrada de España por ser una dictadura, diez años después se desbloquea la entrada por presión de EEUU.

Franco hizo que el país creciera al 7% – Una burbuja pagada por el estado que duró 10 años, con una recesión previa brutal en la época de la autarquía.

España no era la 8ª Economía del mundo a su muerte – fue la 10ª según datos del BM, durante la restauración en el siglo XIX y principios del XX era la 6º según la misma fuente.

Con Franco el paro no era inapreciable – La monitorización del paro no empieza en España hasta 1973, pero raro es que hubiera paro después de una guerra y en los años posteriores.

Franco si cobraba impuestos – solo que su gestión además de corrupta era ineficiente. La aplicación del IVA tampoco se hacía en ningún país europeo hasta los inicios del proyecto económico europeo.

Europa, no sin España

Después de varios meses de trabajo por fin ha salido el tercer volumen de la saga sobre la incorporación de España a la Unión Europea. Se titula «Europa, no sin España (1968-1978)», y lo publica la editorial EUNSA. europa-no-sin-espana-portada

La Unión Europea se encuentra en las horas más bajas de su historia, sumida en una verdadera crisis existencial como proyecto político, económico y social. Su situación actual pone en cuestión la relevancia de ese proyecto, señalando su rigidez y disfuncionalidad para hacer frente a las urgencias de la crisis y buscar acomodo en el sistema global. Otras voces ponen en duda su viabilidad, afirmando que ante la crisis económica y otras amenazas que sufre Europa -migraciones descontroladas, recortes fiscales o la creciente burocracia- sería mejor “ir solos”. En el norte de Europa, incluso desde posiciones moderadas se afirma que es mejor librarse del “lastre” que suponen los países del sur y la periferia de la UE, planteándose abiertamente la posibilidad de excluirlos de la eurozona. En el sur se afirma que es preciso zafarse de las exigencias de disciplina monetaria y fiscal que exige el euro, reclamando incluso el abandono de la moneda única para recuperar soberanía monetaria. Las reacciones nacionalistas y populistas a la crisis explican en parte que el “euroescepticismo” esté ganado espacios al europeísmo, extendiéndose desde los extremos hacia el centro del espectro político de la UE. Pero más allá del discurso y el debate político superficial, hay que reconocer que la UE experimenta una crisis profunda que afecta a su racionalidad, legitimidad, relevancia y viabilidad.cubierta

La explicación de estos problemas de 2017 se puede buscar, como hace el autor, en el modo en que se llevó a cabo el proceso de integración de los países periféricos como España en el núcleo central de la UE. Proceso en el que se obvió la natural diversidad de ritmos políticos, económicos y sociales de los países que acabaron formando esa entidad llamada Unión Europea. En este libro se aborda el caso de España en un momento crítico de su historia (1968-1978), los años previos y posteriores a la muerte de la última dictadura que pervivió en Occidente, la española.

Los dos tomos anteriores ya se publicaron en 2010 y 2014 respectivamente, con el título «Una Europa para dos Españas», y «Europa, de entrada, no». Espero que os gusten.

El primer pirata del aire en España

En los últimos años, han sido varios los casos de intentos de raptos de aeronaves frustrados por el resto de la tripulación. ¿Quién lo impidió en el caso del primer secuestro aéreo español?secuestro

Hace 46 años desde esa «aventura» que inauguró la «piratería aérea» en España, vivo aún Francisco Franco y en el que uno de sus generales jefes de la región militar de Zaragoza, el teniente general Rute Villanova, alumbró la idea de dejar el aeródromo de la capital maña a oscuras, ordenando la «operación bloqueo» de la nave de Iberia retenida.
Tres décadas después, el relato de lo sucedido tiene elementos más bien cómicos. Cuatro horas y media duró el primer secuestro aéreo en nuestro país y el «pirata del aire» no era otro que un estudiante de Informática que antes de ir a Barajas, en la noche de Reyes, había comprado una pistola de plástico con apariencia de una real en una juguetería de la capital.
A las 20.15 horas del 7 de enero de 1970 embarcó en el avión regular que Iberia fletaba entre Madrid y Zaragoza. La nave viajaba con 43 tripulantes a bordo, uno de ellos, de nombre Mariano Ventura Rodríguez, madrileño de 18 años y, a la postre, el secuestrador.

«Quiero ir a Cuba y sin rechistar»

Cincuenta minutos después de tomar asiento, el joven con su arma de juguete encañonó a una azafata, y ambos se dirigieron a la cabina del comandante. La azafata, María del Mar Ochoa «muestra tranquilidad», mientras el secuestrador comunica al comandante Luis Arias Bernal y al radio Martínez Sánchez que se trata de «un secuestro».
No le faltó tiempo para decir sus intenciones, un tanto abstrusas a medida que transcurre la «conversación»: «Quiero ir a Cuba inmediatamente y sin rechistar». Una vez le comunican que es imposible dado el combustible que lleva el avión, cambia: «Bueno, pues entonces iremos a Tirana, en Albania». Respuesta: también es imposible. Ventura, visiblemente trastornado, amenaza a todo el pasaje: «Tienen que hacerlo ya, de lo contrario, comenzaré a disparar sobre los pasajeros». Pero a las 21.15 horas y ya sobrevolando el aeropuerto de Zaragoza, el comandante que aún tenía la pistola apuntándole en el cuello dio el aviso de lo que ocurría dentro del avión a la torre de control, disparándose todas las alarmas en la Comandancia de la región militar. Mariano Ventura seguía empeñado en paras en Zaragoza, repostar el combustible que faltaba y reemprender vuelo rumbo a Tirana, aunque llega a pedir otro rumbo: se conforma con ir a Marsella, después de que le hayan informado que para terminar en tierra albana, sería necesario hacer dos escalas, una en Marsella y, luego, en Roma.

El sarcasmo del secuestrador

El secuestrador sale enfurruñado de cabina y habla a los asustados pasajeros: «Ustedes van a conocer Marsella, Roma y Tirana. Tendrán que agradecerme todos haber podido conocer estas bonitas ciudades».
Con menos sorna se lo estaba tomando en esos momentos la Jefatura militar, que ordenó bloquear el avión, apagar todas las luces de las pistas una vez que el avión tomara tierra y le dan la orden al comandante Arias Bernal que «entretenga» al captor y gane algo de tiempo. Mientras aterrizan, la nave es rodeada por vehículos militares, coches de policía y todos los camiones que logran reunir.
Los mismos relatos de la historia aeronáutica comentan que en ese lapso temporal el mecánico del avión Álvarez-Caribe llegó a inventar que había una seria avería eléctrica que impedía seguir volando. «En realidad, había desconectado varios fusibles de acuerdo con el plan». Ventura se desquicia: «Les doy 15 minutos para que despeguemos o iniciaré una matanza de la que nadie se librará».
Pero en ese momento las autoridades militares estaban iniciando ya un diálogo por megafonía con el joven, para tratar de reducirlo, mientras guardias civiles desinflaban dos de los neumáticos del avión, comentan. La información habla de que las baterías del avión se agotan, se quedan a oscuras, y el capitán de la Policía convence al captor, con la posibilidad aún patente de que fuesen más de uno los delincuentes: «Si se entregan, les pueden salir un par de años de cárcel, pero si les ocurre el más mínimo percance a los pasajeros o tripulación, al amanecer serán fusilados».
El secuestrador, vencido, sale por la escalerilla auxiliar del avión. «El secuestrador no mostraba miedo ni nerviosismo. Apestaba a alcohol. Al cabo de un rato se sintió mareado y pidió varias veces un médico». El resto de la historia cuenta un interrogatorio en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía de Zaragoza y ante el juez militar de instrucción, para pasar a ingresar provisionalmente en la prisión provincial de Zaragoza.

Más de 200 millones de pesetas que abonó Iberia

Mariano Ventura pasó poco tiempo en la prisión madrileña de Carabanchel, como le habían advertido, mientras que la compañía nacional Iberia pagó 100.000 pesetas por los gastos y daños ocasionados a la nave durante este episodio, y otros 200 millones de pesetas más por el encarecimiento de sus primas de seguros.
Al día siguiente arribó a España, casualmente por motivos de agenda, el director del servicio de seguridad de IATA (Asociación Internacional del Transporte Aéreo), Anthony R. Stephens, quien comentó que se habían computado 105 secuestros aéreos en los últimos tres años, y éste era el primero notificado en España, pero que en Estados Unidos comenzaban ya estar tan habituados que se había impuesto recientemente una condena de 20 años de reclusión a un delincuente aéreo y la pena de muerte era factible para un «pirata del aire». Historias del pasado que parecen un alegato recordatorio de nuestro presente (ABC, 10/VIII/2011).

La diversidad religiosa en España

La notoria diversidad religiosa actual de la sociedad española es un hecho relativamente moderno en la historia de nuestro país. Nuestro país viene de un pasado, la dictadura franquista, que negó la democracia. El régimen instaurado por la Guerra Civil anula todo pluralismo político, social y religioso porque su ideario político proponía unificar los españoles en un proyecto impuesto por las armas. Desde esta perspectiva, el pluralismo religioso habría roto la unidad patrocinada duramente por la dictadura franquista, además de pervertir el sustrato ideológico propiciado por la Iglesia católica. La mayoría de obispos católicos de aquella época habían elaborado una buena justificación del golpe de estado militar a partir de la defensa de la fe unitaria e identitaria de España. La fe católica, única y verdadera, era la salvaguarda de la Nueva España que el franquismo quería construir.LR

Paradójicamente, la cuestión del pluralismo religioso provocó fuertes tensiones dentro del régimen franquista. Mientras los sectores falangistas y tradicionalistas defendían la visión cerrada e integrista de la fe ligada a la comprensión de la Iglesia católica como sociedad perfecta, los sectores democristianos proponían una tímida apertura del régimen para vencer el aislamiento internacional. Estas dos visiones se enfrentaron en muchas ocasiones y, en más de una ocasión el motivo fue la tolerancia religiosa y el respeto al pluralismo religioso. En los años 50, las tensiones fueron evidentes en las negociaciones del nuevo concordato que debía sustituir al de 1851 y el final de la década de los 60 el conflicto sobre la Ley libertad religiosa volvió a evidenciar estos conflictos. Lo cierto es que el franquismo, que había encontrado en la Iglesia católica un buen aliado para implantar su sistema político, ahora empezaba a sufrir crisis internas por la misma evolución del catolicismo español, especialmente para todo un sector de eclesiásticos que estaban aplicando los acuerdos del Concilio Vaticano II.

La situación se agudizó durante los años del concilio Vaticano II (1962-65) cuando el principio de libertad religiosa se introdujo de forma imparable en la doctrina de la Iglesia. Esto suponía un peligro y un problema para nuestro país, en el que esta libertad, como tantas otras, era sistemáticamente ninguneada. Si la convocatoria del Concilio fue una sorpresa para los 80 padres conciliares españoles convocados, lo mismo se puede decir de la entrada en escena del tema tabú de la libertad religiosa que cuestionaba el tesoro tan querido de la unidad católica de la nación. Será este un tema que desconcierte a los prelados españoles. Si bien el contacto con obispos norteamericanos y de Centroeuropa facilitó que algunos aceptaran su aplicación en España, su juicio fue que el país aún no estaba preparado, y un grupo no pequeño mantuvo su postura intransigente. Entre ellos estaba Monseñor Zacarías de Vizcarra que en El Cruzado Español (15/IV/63) defendía “el tesoro de nuestra unidad católica” afirmando que “la pérdida de la unidad religiosa es, a breve plazo, la pérdida de la unidad nacional, con la siembra de ideales contradictorios, con la aparición de separatismos regionales, guerras intestinas y retorno al individualismo celtíbero, que terminaría con una directa e indirecta dominación extranjera”. Esta unidad era un punto básico de su percepción de la Iglesia.

Estas declaraciones aparecen a finales de 1963, cuando aún no había sido abordada en el concilio la libertad religiosa. Juan XXIII abrió brecha enseñando que la libertad era básica para conocer la verdad, y su reflejo básico y decisivo era la libertad para la creencia religiosa (el respeto a la conciencia de cada hombre. Al morir dejó su legado en la encíclica Pacem in Terris, una guía para continuar el Concilio, que ahondaba en la libertad de creencias de las personas. Pablo VI lo reanudó y el primer documento sobre ecumenismo incluía cuatro capítulos: uno tomado del primitivo esquema De Ecclesia; otro sobre la unión con los orientales; el que procedía del Secretariado para la Unidad de los Cristianos; y otro para promover la unidad de todos los hombres. El cardenal Bea y el obispo De Smedt tuvieron a su cargo defender los dos últimos, de los que salió la definición sobre libertad religiosa.

Tampoco entendían los prelados españoles la descalificación dentro y fuera del aula conciliar del régimen político existente en nuestro país, tras la firma en 1953 de lo que se consideró un “concordato perfecto”. El desfase entre las líneas maestras de la teología española y la triunfante en las deliberaciones del Concilio explica las resistencias que encontró en nuestro país: la eclesiología triunfante en Roma se caracterizó por el abandono de la identificación entre valores católicos y valores nacionales, al menos en lo que se refiere a las relaciones Iglesia-Estado o Iglesia-poder político. Porque se trataba de un asunto también político que dejaba sin suelo doctrinal a un régimen nacido de una guerra civil. El nombramiento de Antonio Garrigues como embajador ante el Vaticano indica la importancia que Franco concedió  a las relaciones con la Iglesia en momentos tan cruciales como lo del Concilio. Sigue leyendo

La lista de Franco para el Holocausto

El régimen franquista ordenó en 1941 a los gobernadores civiles elaborar una lista de los judíos que vivían en España. El censo, que incluía los nombres, datos laborales, ideológicos y personales de 6.000 judíos, fue, presumiblemente, entregado a Heinrich Himmler. Los nazis lo manejaron en sus planes para la solución final. Cuando la caída de Hitler era ya un hecho, las autoridades franquistas intentaron borrar todos los indicios de su colaboración en el Holocausto. Poco quedó de este «regalo» de Franco a Hitler hasta la reciente aparición del documento que prueba la orden antisemita de Franco.Holocausto1

Al final de la II Guerra Mundial, el régimen de Franco intentó con relativo éxito confundir a la opinión pública mundial con la fábula de que había contribuido a la salvación de miles de judíos del afán exterminador nazi. No solo era falso lo que la propaganda franquista pretendía demostrar. En la España del dictador hubo la tentación de contribuir a acabar con el «problema judío» en Europa.

La paciente labor de un periodista judío, Jacobo Israel Garzón, ha conseguido que aflorara el único documento conocido sobre el asunto, conservado por casualidad en el Archivo Histórico Nacional, y proveniente del Gobierno Civil de Zaragoza. Lo publicó en la revista Raíces. A partir de esa indagación se ha reconstruido la historia  de la frustrada colaboración con el Holocausto. Quiénes fueron protagonistas y cómplices. Una historia que cambia la Historia.

El 13 de mayo de 1941, todos los gobernadores civiles españoles reciben una circular remitida el día 5 por la Dirección General de Seguridad. Se les ordena que envíen a la central informes individuales de «los israelitas nacionales y extranjeros afincados en esa provincia (…) indicando su filiación personal y político-social, medios de vida, actividades comerciales, situación actual, grado de peligrosidad, conceptuación policial». La orden la firma José Finat Escrivá de Romaní, conde de Mayalde, el último día de su permanencia en el cargo, porque va a ser relevado por el coronel Galarza. De ese puesto va a saltar en pocos días al de embajador de la España de Franco en Berlín.

El conde es un personaje refinado y culto, y muy amigo de Ramón Serrano Suñer, el hombre fuerte del régimen [fue ministro de Interior y Asuntos Exteriores], que es quien le va dando los distintos cargos que ostenta. Ha prestado grandes servicios a Serrano y a Franco, como el de organizar a los policías que, en connivencia con el embajador Lequerica y la Gestapo, utilizando a un siniestro policía de apellido Urraca, consiguió traer a Companys y Zugazagoitia a España para sufrir una burla de juicio y ser fusilados.

José Finat hizo buenas migas con Himmler cuando este visitó España en octubre de 1940. Himmler pudo asistir a un espectáculo que le pareció cruel: una corrida de toros en Las Ventas. En esos días, ambos pusieron al día una vieja colaboración firmada por el general Severiano Martínez Anido en 1938. Gracias a ese acuerdo, la policía política alemana goza de status diplomático en España, y puede vigilar a los 30000 alemanes que viven aquí.

Dentro de poco más de un mes, Finat va a ocupar su cargo de embajador en Berlín. Allí podrá entregar en persona a Himmler sus listas de judíos. Si España entra en la guerra, serán un buen regalo para los nazis. Antes va a tener tiempo suficiente para dar una paliza y emplumar por homosexual a un cantante, Miguel de Molina. Le ayudará el falangista Sancho Dávila, primo del fundador del partido fascista.Holocausto2

El objetivo del Archivo Judaico no consiste en defender al régimen de la posible acción subversiva que puedan realizar los refugiados que pasan por España huyendo de la persecución nazi. Esos son conducidos directamente a Portugal para que se marchen a Estados Unidos, o internados en el campo de concentración de Miranda de Ebro hasta que se sepa qué hacer con ellos. De lo que se trata, sobre todo, es de tener controlados a los judíos españoles de origen sefardí:

«Las personas objeto de la medida que le encomiendo han de ser principalmente aquellas de origen español designadas con el nombre de sefardíes, puesto que por su adaptación al ambiente y similitud con nuestro temperamento poseen mayores garantías de ocultar su origen y hasta pasar desapercibidas sin posibilidad alguna de coartar el alcance de fáciles manejos perturbadores».

El trabajo no va a ser fácil por esa capacidad de adaptación que tienen los judíos. Sobre todo en lugares que no sean como Barcelona, Baleares y Marruecos, donde había antes de la guerra «comunidades, sinagogas y colegios especiales», y eso permite una mayor facilidad de localización.

La circular no oculta la urgencia de la acción. Hay que proteger al Nuevo Estado de la posible actuación de estos individuos, que son «peligrosos». El coronel Valentín Galarza está poniendo patas arriba el ministerio que le ha dejado Serrano Suñer, infestado de falangistas revolucionarios. Pero no va a destrozar toda la obra de su antecesor. El Archivo Judaico se va a seguir completando con carácter de urgencia al principio y con metódica seriedad después.

¿No son acaso los judíos y los masones los enemigos fundamentales del Nuevo Estado?

Cuando haya pasado el tiempo, el Archivo Judaico será ocultado y sistemáticamente destruido, como toda la documentación comprometedora para el régimen franquista en relación con la persecución antisemita realizada en los años cuarenta. Cuando deje de ser urgente tener listas completas de israelitas y haya que justificar la patraña de que el régimen surgido del 18 de julio ayudó en todo lo posible para que se salvaran muchos judíos de la persecución nazi.

En mayo de 1941, cuando se envía la circular, resulta muy significativa la desaparición de las guardias de falangistas de la puerta del Ministerio de la Gobernación. Ya no se trata de que la represión la lleve la Falange por su cuenta, como si fuera un poder autónomo del Estado. Se trata de que el Nuevo Estado asume comportamientos que le identifican con los de la Alemania nazi, pero mediante las instituciones tradicionales, o sea, en este caso, la Policía y la Guardia Civil. Eso sí, «auxiliados por elementos de absoluta garantía». Sigue leyendo

Voluntarios navarros en la guerra civil

¿Caídos por Dios y por España o carne de cañón? Uno de los tantos mitos elaborados por el franquismo es el de los «voluntarios» de Navarra en la Guerra Civil. Se nos ha presentado a los requetés como el paradigma de los «buenos españoles» que el 18 de julio de 1936 se levantaron contra una odiosa repúblicaRequetés

En buena medida, el papel relevante de Navarra en la Guerra Civil de 1936 le condena a pasar a la historia como una región dominada por fuerzas profundamente reaccionarias puesto que en el primer impulso del golpismo fascista ejerce a la vez de laboratorio de terror en la retaguardia, campo de concentración, tapias y cunetas para fusilamientos, lanzadera de banderas de Tercios de Requetés, Banderas de Falange y Unidades del ejército regular, cuartel general del «Director» (General Mola)…

Es pública y notoria la trama civil, religiosa y militar que imperó en Navarra apoyando fuertemente la sublevación. Como también es del todo público y notorio su aporte brutal de sangre guerrera contra la república democrática (además de los más de 3000 fusilados de origen o residencia en Navarra, navarros fusilados fuera, foráneos traídos a fusilar en Navarra o a morir en campos de concentración y trabajos forzados…)

En menor medida se habla del buen volúmen de navarros anónimos que deploraban o se opusieron activamente a la sublevación y que profesaban ideas democráticas y progresistas. En plena retaguardia se ejerce una auténtica «limpieza ideológica» asesinando a un volumen altísimo de los potencialmente simpatizantes del Frente Popular. Parece claro que con la conversión del territorio en una vigiladísima y violenta cárcel a cielo abierto, la política de terror y el reclutamiento sarcásticamente llamado de «voluntarios» encierra detrás las lapidarias preguntas retóricas de «¿al frente o al Fuerte?», «¿al frente o a la cuneta?», o la marca a sangre y fuego en el recuerdo de amigo, vecino o pariente recientemente encarcelado o fusilado por «rojo», o «masón», «separatista», «enemigo»…

De modo que no es ocioso afirmar que entre los probablemente más de 5.000 combatientes del bando nacional que cayeron en la guerra, más de la mitad marcharon al frente desde la indiferencia, el miedo o la interna repulsa hacia aquellas banderas que les obligaban a defender. El total de los combatientes navarros parece incierto pero hay diversidad de fuentes. Hay quienes hablan de 6000 requetés marchando el la Plaza del Castillo los primeros días de julio.

El caso es que si sumamos los muertos en defensa de la república (en Sakana pueblos como Altsasu se vaciaron de varones que pasaron la muga para batirse en defensa de la república), los fusilados, muertos en campos de concentración, muertos en tercios del del requeté, banderas de falange o unidades del ejército sublevado… el volúmen de gente de Navarra que murió fue muy relevante y abrumador el número de viudas y huérfanos de la guerra, la mayoría de ellos claramente desafectos o indiferentes a la causa de los sublevados, interesadamente denominada de los «nacionales».

Las memorias de León Degrelle

A sus 77 años, el belga León Degrelle, que llegó a ser general de la Waffen Division SS durante la segunda guerra mundial, la última reliquia del fascismo europeo, a quien se acusó de ser criminal de guerra, el hombre al que Hitler dijo al oído mientras le imponía la más alta condecoración del III Reich, el gran Collar de Ritterbreuz, «si tuviese un hijo me gustaría que fuese como usted», escribe tranquilamente sus memorias en su piso de la calle de Santa Engracia, de Madrid. Estamos en 1982. Es uno de los exiliados de extrema derecha más notables de entre los que fueron acogidos durante la dictadura. Completan la nómina los ex presidentes Trujillo, de la República Dominicana; Batista, de Cuba; Pérez Jiménez, de Venezuela; Alfredo Ovando, de Bolivia, o Isabel Perón, de Argentina, además de sus respectivas cohortes.Degrelle

Vive plácidamente en la octava planta de una finca de la calle Santa Engracia, próxima a la plaza de Chamberí, en dos magníficos pisos corridos, regalo de «algunos de los muchos amigos que aún tengo en España». Su casa es todo un museo, con vitrinas con piezas de la época romana primorosamente cuidadas, tallas religiosas de los siglos XVI y XVII, cuadros de valor incalculable, monedas únicas, antigüedades de todo tipo, muebles de época y alfombras persas. Está adornada por todas partes con símbolos nazis. «Estas cosas se compraban antes por nada. Cuando curé de mis últimas heridas de guerra, ya en España, hice el camino de Santiago desde Roncesvalles y fui comprando cosas en los pueblos. También en Andalucía me regalaron muchas cosas los campesinos de aquellos pobres pueblos, porque sabrá usted que, en realidad, soy andaluz…».

En las paredes de su impresionante despacho están colgadas las banderas de las compañías de la Waffen Division SS, de la que llegó a ser general, y las dos banderas del Movimiento Rexista Belga (fascista) que él fundara antes de la segunda guerra mundial. Sobre un pequeño plato de cobre colocado encima de un pequeño arcón también de madera noble está a la vista el gran Collar de Ritterbreuz.

Aparentemente no disfruta de protección policial. El paso es franco hasta el octavo piso de la finca. El mismo abre la puerta al periodista, aunque la cita estaba acordada, y durante las tres horas y media de charla la casa permanece silenciosa y aparentemente deshabitada. León Degrelle pasea por su despacho durante todo el tiempo de la conversación. Habla con una potencia y una rapidez atronadoras y lleva el peso de la conversación, porque apenas deja intervenir.

Con una lucidez extraordinaria, evita en lo que le es posible los hechos y las fechas concretas en beneficio de las grandes citas filosóficas o teorizantes, o para recordar pasajes de sus libros o de las memorias que está escribiendo: «A nosotros, los supervivientes de la cruzada europea contra el comunismo soviético, los ex combatientes del frente del Este, desgarrados por las heridas, abrumados por los lutos, consumidos por las penas, ¿qué derechos nos quedan todavía? Somos unos muertos, con piernas, con brazos, con respiración. Pero muertos…». O para pontificar sobre el fascismo: «No creo en esa palabra. La repudio. Yo hablo de nacional socialismo porque es un concepto mundial. Fascismo es un concepto italiano solamente». O sobre el socialismo: «Mi socialismo es el socialismo en colaboración con los que tienen el capital. Sin el capital no hay sueldos y sin trabajo no hay fábricas. Yo nunca quise conquistar el poder, sino que busqué que la gente, el pueblo, me lo entregase».

Ha contratado con una importante multinacional norteamericana la publicación de sus memorias. Serán 14 volúmenes, 14 videocasetes y 14 películas. Los editores le han puesto fechas de entrega. «Con el dinero se acaban para siempre mis penurias económicas, aunque siempre he sido poco gastador». Así que tiene que entregar un libro cada cuatro meses.

Escribe a mano, con rotulador negro, en cuadernos grandes de anillas, que va depositando unos encima de otros a medida que están llenos. «El pulso de la mano es lo que mejor refleja la inspiracíón», dice. Comienza a las siete de la mañana y levanta el trabajo por la noche. Allí está todo. Desde su nacimiento, en Bouillon (patria de Godofredo de Bouillon, uno de los primeros cruzados), en una familia de ocho hermanos, hasta su precocidad en todo. A los quince años había escrito una novela y un libro político; a los veinte, cinco libros, y a los veinticinco dirigía varios periódicos, algunos de los cuales llegó a poseer. A los treinta (en 1936), ya con el Movimiento Rexista (fascista) fundado hace algún tiempo, consiguió meter en el parlamento belga a 32 diputados.

En las memorias se cuenta su encuentro con Franco, en la guerra civil española, y hay un epígrafe en el que relata una conversación entre los dos personajes: «Yo le dijo a Franco que la guerra estaba resultando muy larga y por lo tanto muy costosa, a lo que me respondió que ocho siglos habían tardado sus antecesores en la Reconquista. La verdad es que nunca tuve confianza con Franco. Llegué incluso a votar, ya como español, en su contra en el referéndum de la Ley de Sucesión. A quien de verdad yo admiré fue a Serrano Suñer. Luego, en los siguientes 45 años, con el paso del tiempo tuve relaciones de todo tipo con gente como Girón, el doctor Marañón, Ridruejo, Laín Entralgo, Rof Carballo, Cossío, Sopeña, De la Serna, Mayalde, Carrero Blanco, etcétera. A estos dos últimos les regalé un cuadro valioso a cada uno. Fui amigo de Fraga y también, mucho, de Blas Piñar. Siempre le dije a Blas que se equivocaba, que no se podía ser notario y político. Montó un partido en torno a una clase social rica o muy rica. Por eso fracasó».

Franco desde el telescopio

El historiador Julián Casanova ha coordinado ‘40 años con Franco‘, un libro total sobre el franquismo, una panorámica completa -“una mirada telescópica”, dice él- que incluye desde la particular personalidad del dictador hasta apartados como la política exterior, el papel de la mujer, la literatura y el cine.Telescopio

Quizá la principal conclusión a la que uno llega tras leer sus 350 páginas es que las alusiones a devaneos dictatoriales o totalitarios que se formulan en la actualidad son poco serias. “La gente que cree que esto no es una democracia porque hay corrupción. Una dictadura se caracteriza porque hay una violación constante de los derechos humanos, desde la más física a la psicológica; no hay una sociedad civil que pueda expresarse libremente. Ahora hablamos de otra cosa”, explica Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza. “Compare por ejemplo la Bolivia actual con la de (Luis García) Meza, donde había cadáveres por las cunetas; uno puede pensar que Cristina Kirchner utiliza un sistema clientelar -lo que significa el peronismo en Argentina-, pero de ahí a los desaparecidos… Hay que ser serios: la democracia es frágil, no es universal y hay que cuidarla”.

En el libro, en el que además de Casanova participan otros nueve autores, entre ellos Paul Preston, Agustín Sánchez Vidal y Ángel Viñas, se cita una frase de Salvador de Madariaga que sintetiza bien el desastre que supuso el dictador para España: “El más alto interés de Franco es Franco; el más alto interés de De Gaulle es Francia”. Como recuerda Casanova, ese pasado también tiene implicaciones nacionalistas. “Por eso tenemos tantas dificultades para aceptar una idea de nación, una bandera, un himno. Esa es una sombra alargadísima de la dictadura”.

Una disfunción que también les afecta negativamente a ellos, a los historiadores. “Imagínese que escribimos sobre Isabel la Católica: los lectores dirían ‘fíjate, cuánto saben sobre ella’. Nadie nos cuestionaría. Pero escribes sobre Franco y estás bajo sospecha; el que interioriza su opinión se autoconvence. Dirán: ‘Un rojo’. O: ‘Preston, ¿quién es Preston?’ Y lo que Preston sabe sobre Franco no tiene nada que ver sobre lo que sabe el máximo especialista sobre Isabel la Católica. Pero está bajo sospecha”, lamenta Casanova, quien incide en que ahí también late un “desprecio por el conocimiento científico”.

Dijo Javier Tusell: “Cualquier intento de llegar a una descripción del franquismo y de sus características fundamentales fracasaría plenamente si pretendiera eludir el papel desempeñado por la propia personalidad de Franco”. Eso, recuerda Casanova, no sucede al mismo nivel ni con Hitler: “Podemos discutir todas las etiquetas que le ponemos al régimen, la dictadura va cambiando, pero hay una persona que está al principio y al final. Su último discurso a los españoles, tras los últimos fusilamientos [el 27 de septiembre de 1975], no es ‘mirad qué España os dejo’, sino ‘hay una conspiración judeo-masónica…’. Es decir: nada se ha movido desde julio del 36”. Sigue leyendo

Real Madrid, ¿el equipo del gobierno?

Un asunto recurrente cuando se trata del fútbol en tiempos de Franco es el debate sobre si había un «equipo del gobierno». Y cuando se aborda, todo el mundo emplea el mismo argumento: el equipo del gobierno era el contrario. No hace muchos años aún se cantaba una letrilla, remedo del himno del Real Madrid, que lo calificaba de «el equipo del gobierno, la vergüenza del país» ¿Fue así? Todos, en parte, tienen razón, porque el empeño del poder era que no hubiera un equipo del gobierno sino que todos los equipos fueran «del gobierno» dado que en la Nueva España todo debía ser «del gobierno». Sin embargo, si un equipo pudo ganarse esa calificación al acabar la guerra fue el Athletic (luego Atlético), no el Real Madrid. Veamos por qué.RM

En el ejército franquista, durante la guerra, se habían creado equipos. Algunos, de buen nivel, como el Aviación Nacional, que había llegado a disputar la primera Copa del Generalísimo. A este equipo, nutrido fundamentalmente por jugadores canarios, se le había prometido también plaza en Primera pero al acabar la guerra se encontraron con que no estaban federados. Los dirigentes del Athletic anduvieron listos y le ofrecieron una fusión: el club pasaría a ser el Athletic-Aviación y contaría con el apoyo de los militares para defender su plaza en Primera. Al final, siguió en Primera y ganaría dos Ligas seguidas. Aquel movimiento les convirtió en el primer «equipo del gobierno» de la posguerra. En su estructura se integraron tanto militares como personajes del régimen. Si estudiamos las juntas directivas atléticas de 1939 en adelante, encontramos los nombres de Fuertes de Villavicencio (jefe del Cuarto Militar de Franco), Muñoz Calero (el de «hemos vencido a la Pérfida Albión»), Jesús Suevos (presidente del Atlético y cofundador de la Falange), Javier Barroso, presidente, arquitecto del estadio Vicente Calderón y hermano del ministro del ejército Antonio Barroso. El gran presidente, Vicente Calderón era acérrimo franquista y el doctor Garaizábal compatibilizaba ser médico del club y de Franco.

Beneficios materiales, en cambio, no sacó muchos. Quizá, que durante el racionamiento de los 40 nunca le faltó gasolina para los desplazamientos, y no pocos los realizó en avión. O que el Metropolitano fuera el primer campo de España con luz artificial en la posguerra. O que saliera de El Pardo una orden directa para que Arias Navarro, alcalde de Madrid, autorizase que el Manzanares «sobrevolase» la M-30. O que le correspondiera defender el honor de las fuerzas armadas patrias enfrentándose sobre el césped a las selecciones de la Luftwaffe y la Aviazione italiana. Pero como hemos visto, ni siquiera logró evitar la depuración de su entrenador, Ricardo Zamora, en 1941 ¿Quizá fuera para dar ejemplo? Sigue leyendo