¿Caídos por Dios y por España o carne de cañón? Uno de los tantos mitos elaborados por el franquismo es el de los «voluntarios» de Navarra en la Guerra Civil. Se nos ha presentado a los requetés como el paradigma de los «buenos españoles» que el 18 de julio de 1936 se levantaron contra una odiosa república.
En buena medida, el papel relevante de Navarra en la Guerra Civil de 1936 le condena a pasar a la historia como una región dominada por fuerzas profundamente reaccionarias puesto que en el primer impulso del golpismo fascista ejerce a la vez de laboratorio de terror en la retaguardia, campo de concentración, tapias y cunetas para fusilamientos, lanzadera de banderas de Tercios de Requetés, Banderas de Falange y Unidades del ejército regular, cuartel general del «Director» (General Mola)…
Es pública y notoria la trama civil, religiosa y militar que imperó en Navarra apoyando fuertemente la sublevación. Como también es del todo público y notorio su aporte brutal de sangre guerrera contra la república democrática (además de los más de 3000 fusilados de origen o residencia en Navarra, navarros fusilados fuera, foráneos traídos a fusilar en Navarra o a morir en campos de concentración y trabajos forzados…)
En menor medida se habla del buen volúmen de navarros anónimos que deploraban o se opusieron activamente a la sublevación y que profesaban ideas democráticas y progresistas. En plena retaguardia se ejerce una auténtica «limpieza ideológica» asesinando a un volumen altísimo de los potencialmente simpatizantes del Frente Popular. Parece claro que con la conversión del territorio en una vigiladísima y violenta cárcel a cielo abierto, la política de terror y el reclutamiento sarcásticamente llamado de «voluntarios» encierra detrás las lapidarias preguntas retóricas de «¿al frente o al Fuerte?», «¿al frente o a la cuneta?», o la marca a sangre y fuego en el recuerdo de amigo, vecino o pariente recientemente encarcelado o fusilado por «rojo», o «masón», «separatista», «enemigo»…
De modo que no es ocioso afirmar que entre los probablemente más de 5.000 combatientes del bando nacional que cayeron en la guerra, más de la mitad marcharon al frente desde la indiferencia, el miedo o la interna repulsa hacia aquellas banderas que les obligaban a defender. El total de los combatientes navarros parece incierto pero hay diversidad de fuentes. Hay quienes hablan de 6000 requetés marchando el la Plaza del Castillo los primeros días de julio.
El caso es que si sumamos los muertos en defensa de la república (en Sakana pueblos como Altsasu se vaciaron de varones que pasaron la muga para batirse en defensa de la república), los fusilados, muertos en campos de concentración, muertos en tercios del del requeté, banderas de falange o unidades del ejército sublevado… el volúmen de gente de Navarra que murió fue muy relevante y abrumador el número de viudas y huérfanos de la guerra, la mayoría de ellos claramente desafectos o indiferentes a la causa de los sublevados, interesadamente denominada de los «nacionales».