Abascal, Rivera, Casado: la guerra de los clones

Cortados por «las mismas tijeras»… Aleccionados por los mismos poderes, disfrazados con los mismos trajes, sin pisar las «líneas rojas» impuestas por los que «realmente» mandan…

Se llaman a sí mismos «constitucionalistas», aunque se salten los artículos de la Constitución que en cada momento convenga a los poderes fácticos, la vacíen de contenido en sus aspectos de derechos sociales y espacios de ejercicio democrático y control ciudadano y la modifiquen en 48 horas si así lo «ordenan» la troika o el euro-Banco Central Alemán…

Adulan, apoyan y se muestran sumisos ante una monarquía impuesta desde la dictadura. Se inclinan ante Trump y el poderío militar industrial de USA… Aceptan una Europa de desigualdades con una regresión social y política en aumento, que además vuelve la espalda a inmigrantes que llegan a nuestras tierras empujados precisamente por guerras y penurias provocadas por la ambición y el expolio que nacen de esas llamadas «potencias democráticas de Occidente»…

Y ahora, con un margen de maniobra inferior al 1% del PIB, nos harán creer que son enemigos y adversarios al mismo tiempo, que tienen programas diferentes, que sus horizontes y propuestas son totalmente distintos, que tienen alternativas para cambiar las cosas que antes no se les habían ocurrido…

Y si alguno de vosotros desconfía de este juego, se muestra critico ante una película de final tan previsible o se confronta con este mundo de ideas caducas, que generan corrupción, desigualdades, mordazas, control y manipulación de ideas, precariedad e ignorancia … entonces seréis llamados «antisistemas», populistas, comunistas… y en último extremo, para justificar lo injustificable, seréis llamados también terroristas…

Catalunya y España se merecen algo mejor

Pero nada de nada. Res de res. Probablemente os lo impide ese acendrado nacionalismo español que empieza por negarse a sí mismo. Los nacionalistas españoles con algo de luces aseguran que no son nacionalistas, faltaría más; que todos los nacionalismos son iguales; que no hay que poner nuevas fronteras (ellos están contentos con las suyas, claro); y, si son de izquierdas, dicen ser internacionalistas cosa que, obviamente, no significa nada.

Es muy llamativo y parte de la complejidad del problema que la izquierda muestre esta incapacidad de comprender. Cataluña no es España ni antes ni después del 1/10 como se demuestra -da vergüenza recordarlo- por el hecho de que haya que decirlo. Cataluña es tierra conquistada, según dijo Fraga a Verstrynge. Está en España, pero no es España. Cataluña sabe lo que es y lo que quiere ser. España, no; ni lo que es, ni lo que quiere ser, y la mejor prueba es esta incapacidad para entender a Cataluña que raya en lo patológico. Ha sido necesario que las cosas se pudrieran durante años hasta llegar a la confrontación actual para que los socialistas empiecen a preocuparse y presenten un plan irrisorio de una comisión constitucional de reconsideración del lugar de Cataluña a sabiendas de que, con la correlación actual y previsible de fuerzas, eso es imposible. Por no hablar de ese federalismo apolillado en el que no cree nadie; ni ellos. La propuesta no solo muestra una probable mala fe de tratar de engañar a los catalanes con un señuelo parlamentario, sino que oculta algo peor: el intento de ignorar que la rebelión catalana rechaza la legitimidad del orden constitucional y que, por lo tanto, la propuesta carece de sentido dentro del sistema actual; que es una repetición del “café para todos” 40 años después.

Otra cosa sería si, entendiendo que Cataluña no es España, se propusiera una vía de negociación bilateral entre ambas que incluyera un referéndum de autodeterminación pactado. Pero, en el caso del PSOE, eso es imposible porque comparte con la derecha el nacionalismo español que le hace negarse en redondo al referéndum por una cuestión de acartonados principios borgoñones con el argumento, típicamente orgánico de todo el pensamiento reaccionario, de que la parte no puede separarse del todo, el brazo del cuerpo, la rama del árbol. Y no es esta la única bobada que comparte con el PP. También coincide en sus falacias sobre la legalidad, la Constitución, la estabilidad, la Monarquía y, en gran medida, la colonización del Estado por la Iglesia, etc, y por supuesto, el recurso a la represión y la violencia si se considera preciso, con la única salvedad de que, al tiempo que se reduce a los catalanes por la fuerza, no se deje de llamarlos al diálogo.

 Diálogo como el que ofrecía Sáenz de Santamaría mientras preparaba la guerra sucia contra la Generalitat, los procesamientos de Mas, Rigau, Ortega, Homs etc por medio de sus alguaciles en el Tribunal Constitucional, y una batería de denuncias y amenazas que alcanzan ya a los particulares que desobedezcan al TC y eso sin apoyatura jurídica alguna, simplemente por un capricho de la señora. Eso es lo que el PSOE directa y abiertamente y Podemos de forma ambigua, esquinada e hipócrita están respaldando: la actividad arbitraria de la administración con el apoyo de unos jueces sumisos y la tiranía como forma de gobierno frente a un problema que son incapaces de resolver. Y, de paso, la condonación de la guerra sucia, la organización de policías políticas, el empleo de la fuerza pública con intenciones intimidatorias, la compra y manipulación de los medios, las amenazas y campañas contra la Generalitat.

Y no solo eso. Quienes no solamente no denuncian las sistemáticas violaciones de la legalidad y el Estado de derecho, sino que las apoyan, también están siendo cómplices de la corrupción generalizada de un gobierno sostenido por un partido que es una asociación para delinquir. Y todo ello porque estos nacionalistas españoles, de derechas, de centro o de izquierdas son incapaces de entender qué está pasando en Cataluña, una sociedad dinámica y abierta empeñada en librarse de la rémora de un Estado que, tras un breve lapso de una democracia mediocre, vuelve por los fueros de los gobiernos de ladrones, meapilas y corruptos que han destruido el país. No, amigos, no entendéis nada y, después del 1º de octubre, si el sí es mayoritario, tendréis que tragar una república catalana libre, mucho mejor y más próspera que la España que deja atrás. Por mucho 155 que se quiera aplicar.

Mentiras sobre lo que pasa en Venezuela

El 9 de enero de 2017, la Asamblea Nacional venezolana desconoció al Presidente de la República, Nicolás Maduro. Votaron a favor de ese golpe de estado constitucional todos los diputados de la oposición salvo los tres diputados del partido de Henry Falcón, quienes entendieron la gravedad de esa decisión. Venezuela es un sistema político presidencialista desde 1811, influido por el constitucionalismo norteamericano. Al Presidente le vota directamente el pueblo -a diferencia de un sistema parlamentario como el español, donde al Presidente le vota el Parlamento- y le corresponde al Presidente, que es el Jefe del Estado, la dirección del país. Cuando la Asamblea decidió desconocer el poder legítimo del Presidente se estaba poniendo al margen de la Constitución. Se colocaron por voluntad propia en desacato. La prensa internacional no dijo nada.

La gran discusión entre el Presidente Maduro y la Asamblea tiene que ver con las actas de tres diputados de Amazonas. Se ha demostrado que compraron votos entre otras muchas irregularidades, lo que obligaría a repetir la elección en esos tres casos. La Asamblea se declaró en rebeldía y decidió echar un pulso a la Presidencia de la República. A imitación del constitucionalismo europeo, cuando hay un conflicto constitucional entre poderes el Tribunal Supremo puede asumir competencias del Parlamento en los casos en que fuera necesario. Hasta un fantoche como Donald Trump ha tenido que asumir las decisiones recientes del Tribunal Supremo norteamericano. Con su tradicional irresponsabilidad, la derecha española llama a desobedecer el estado de derecho en Venezuela y la decisión del Tribunal Supremo. No me extraña de Esperanza Aguirre o Pablo Casado: el PP, especialmente en Madrid, ha financiado sus campañas electorales con dinero negro. Es decir, el PP lleva varias legislaturas usando maneras propias de golpistas. Al menos desde 1936, tienen oído musical para esa partitura. Quienes digan desde España que los venezolanos deben desoír las decisiones de su Tribunal Supremo son unos irresponsables que tiren piedras no solamente sobre el tejado venezolano, sino también sobre el nuestro. Luego tendrán la caradura de quejarse de los comportamientos al margen de la Constitución de la asamblea catalana.

Por si fuera poco, esa Asamblea dominada por la oposición proclamó que el Presidente había abandonado su cargo (algo absurdo y evidentemente falso) y propuso convocar elecciones presidenciales en el plazo de un mes. Ese intento de golpe de estado desde el Parlamento no recibió ni una sola crítica de los que ahora dicen que hay un golpe de estado en Venezuela. Entre ellos, el máximo responsable de la OEA que ayer mismo se reunía en la Ciudad de México con ex presidentes latinoamericanos procesados por lesionar los derechos humanos, y el Departamento de Estado de los EEUU. Qué curioso que justo después haya salido la petición de Almagro de enjuiciar a Venezuela desde la OEA. El papel de Almagro como  Secretario General de la OEA está haciendo mucho daño a la tan necesaria institucionalidad internacional (Pepe Mujica ya se distanció de él de manera definitiva y dejó ver a quién se había vendido). Almagro lleva varios meses mintiendo. Por ejemplo, ha dicho en dos ocasiones recientes que a Venezuela se la ha aplicado la Carta Democrática de la organización (que, tras muchos trámites -ni siquiera iniciados-, podría llevar a su expulsión como ya ocurrió con Cuba pero nunca ha ocurrido con los Estados Unidos, pese a haber promovido golpes de Estado como el de Pinochet contra Allende). Pero era mentira, como demuestra que hoy mismo ha pedido a la OEA que aplique la Carta Democrática. Ergo miente. Todo el rato. Él sabrá por qué, pero en su Uruguay natal dicen que se ha vendido por un puñado de dólares a los que siempre han querido que América Latina sea el patrio trasero norteamericano. Washington siempre busca a un criollo para hacer la tarea del traidor. Almagro no vive en Montevideo.

El Tribunal Supremo de Venezuela ha usado un artículo de la Ley de Hidrocarburos -la principal riqueza del país- que establece que los convenios internacionales y las asociaciones con grupos extranjeros deben ser aprobados por la Asamblea. Como la Asamblea está en situación jurídica de desacato, de manera que no puede -ni quiere- firmar ningún acuerdo, lo que pone en riesgo financiero a Venezuela. Es por eso que el Tribunal Supremo ha asumido las competencias estrictas de la Asamblea para la aprobación de esos contratos, de manera que el país pueda asumir los compromisos necesarios en un momento económicamente complicado por el hundimiento de los precios del petróleo (preguntémonos en España qué pasaría si se hundiera un 80 % el turismo).

El Tribunal Supremo no ha disuelto la Asamblea ni se han convocado nuevas elecciones para elegir nuevos diputados. Lo contrario de lo que están diciendo los medios de comunicación. Lo único que está haciendo el tribunal supremo es asumir unas competencias concretas para evitar que Venezuela se paralice mientras dure el desacato. Si los diputados de la oposición quisieran, el desacato desaparecería de inmediato -bastaría con que cesaran en su desconocimiento del Presidente de la República y que reconocieran que los tres diputados elegidos en la Amazonía no pueden hacer uso de su acta debido a las muchas irregularidades probadas-, pero les resulta mucho más rentable seguir regalando falsas portadas a la prensa internacional. La derecha internacional, esa que se regala entre sí viviendas oficiales y que tiene una trama global de fondos buitres -donde están los Aznar, Botella, sus hijos, De Guindos, Rato, Aguirre y toda esa tropa de malos españoles donde también se ha colado algún “socialista” como Felipe González- quiere tumbar a Venezuela, igual que han hecho con Dilma Rousseff en Brasil. ¿Quién que no esté vendido a esos intereses puede decir que asumir de manera temporal unas competencias esenciales para firmar unos contratos sin los cuales un país se quedaría entregado a los capitales internacionales es un golpe de Estado? ¿No son acaso los mismos que ven “normal” desconocer al Presidente del Gobierno y llamar a nuevas elecciones? Demasiados hipócritas.

Venezuela necesita mucho diálogo. El choque entre instituciones es malo para el país. Esa debiera ser la tarea de España: ayudar al diálogo. En todo el continente latinoamericano. En México han asesinado este último mes a tres periodistas (¿Nos imaginamos lo que pasaría si hubieran asesinado a tres periodistas en Caracas?) y hay al menos 30.000 desaparecidos. El día a día de México es la aparición de fosas con cadáveres, la trata, el asesinato de mujeres, la desaparición de líderes sociales, la creciente pobreza y desigualdad junto a una impunidad del Estado estremecedora. Aún lloran en México a los 43 estudiantes de Ayotzinapa y el Presidente Peña Nieto se ríe de las víctimas no reconociendo las lagunas que apuntan al ejército, a la policía y a políticos vinculados al narco en la desaparición de las muchachas y muchachos. Parece que el PP y sectores del PSOE quieren ver a Venezuela convertida en México.  Para seguir la trama de los negocios.

Hay mercenarios que desearían abocar a Venezuela a una guerra civil. Creen que así podrían volver a recuperar el paraíso que tenían cuando controlaban el petróleo contra los venezolanos y venezolanas. Se equivocan, porque el pueblo venezolano no va a permitir que eso ocurra. Apuntar en esa dirección es querer llevar a Venezuela a un escenario terrible como los que ha creado la OTAN y las potencias occidentales en Oriente Medio. Ojalá el Estado de derecho que forma parte de los logros civilizatorios de Europa pueda funcionar también en Venezuela.  Esa es la principal tarea en la que podríamos colaborar los españoles en ese país: ayudar a reforzar el Estado de derecho. Aunque el PP de la Gürtel y la Púnica ¿qué va a enseñar?

Fue el diario El país el que celebró el golpe de estado contra Chávez en 2002 y fue el Presidente Aznar el que ordenó a nuestro Embajador a reunirse con el Presidente golpista. Ayudemos a que no vuelva a ocurrir nada de esto. Para ello, es esencial que los que no tienen otros intereses que los del dinero, dejen a la justicia funcionar. Y que nadie sea tan hipócrita para pedir en otros países lo que no pedimos para el nuestro. Sigue leyendo

Europa, no sin España

Después de varios meses de trabajo por fin ha salido el tercer volumen de la saga sobre la incorporación de España a la Unión Europea. Se titula «Europa, no sin España (1968-1978)», y lo publica la editorial EUNSA. europa-no-sin-espana-portada

La Unión Europea se encuentra en las horas más bajas de su historia, sumida en una verdadera crisis existencial como proyecto político, económico y social. Su situación actual pone en cuestión la relevancia de ese proyecto, señalando su rigidez y disfuncionalidad para hacer frente a las urgencias de la crisis y buscar acomodo en el sistema global. Otras voces ponen en duda su viabilidad, afirmando que ante la crisis económica y otras amenazas que sufre Europa -migraciones descontroladas, recortes fiscales o la creciente burocracia- sería mejor “ir solos”. En el norte de Europa, incluso desde posiciones moderadas se afirma que es mejor librarse del “lastre” que suponen los países del sur y la periferia de la UE, planteándose abiertamente la posibilidad de excluirlos de la eurozona. En el sur se afirma que es preciso zafarse de las exigencias de disciplina monetaria y fiscal que exige el euro, reclamando incluso el abandono de la moneda única para recuperar soberanía monetaria. Las reacciones nacionalistas y populistas a la crisis explican en parte que el “euroescepticismo” esté ganado espacios al europeísmo, extendiéndose desde los extremos hacia el centro del espectro político de la UE. Pero más allá del discurso y el debate político superficial, hay que reconocer que la UE experimenta una crisis profunda que afecta a su racionalidad, legitimidad, relevancia y viabilidad.cubierta

La explicación de estos problemas de 2017 se puede buscar, como hace el autor, en el modo en que se llevó a cabo el proceso de integración de los países periféricos como España en el núcleo central de la UE. Proceso en el que se obvió la natural diversidad de ritmos políticos, económicos y sociales de los países que acabaron formando esa entidad llamada Unión Europea. En este libro se aborda el caso de España en un momento crítico de su historia (1968-1978), los años previos y posteriores a la muerte de la última dictadura que pervivió en Occidente, la española.

Los dos tomos anteriores ya se publicaron en 2010 y 2014 respectivamente, con el título «Una Europa para dos Españas», y «Europa, de entrada, no». Espero que os gusten.

El futuro de Podemos

La irrupción de Podemos en el espacio público transformó el sistema político español. La indignación y la esperanza que surgieron del 15-M abrieron las mentes de millones de personas a la posibilidad de cambio real en sus vidas, envueltas en las tinieblas de la crisis económica y la manipulación política. El paso del movimiento social al cambio político requiere iniciativas que penetren las instituciones desde fuera del sistema, algo extremadamente difícil porque precisamente las reglas del sistema están hechas para que eso no pase. Por ello hay que reconocer el coraje de un pequeño grupo de mujeres y hombres que, en las condiciones más adversas, se atrevieron a desafiar a poderosas burocracias políticas, y creyeron en la democracia (aún con las consabidas restricciones mediáticas, financieras y de aparatos del poder en la sombra) postulándose para gobernar. Ni más ni menos. Se abrió así un proceso que en tan sólo treinta meses ha puesto en cuestión el dominio de los partidos tradicionales, anquilosados y frecuentemente corrompidos. El ejemplo de Podemos ha tenido amplia repercusión en la esperanza de los jóvenes en Europa y Latinoamérica, asqueados de la política actual pero confusos sobre qué hacer.Prohibido

Es cierto que la crisis del bipartidismo, a la que contribuyó en menor medida Ciudadanos, ha suscitado un periodo de incertidumbre institucional que tiene alarmados a los círculos financieros y desconcertado al personal. Pero ese es el precio de toda renovación política profunda. La verdadera cuestión es si el bloqueo del sistema conduce al cambio o se transforma en marasmo cuando lo viejo no se puede imponer y lo nuevo no acaba de cuajar. Y la respuesta a esa pregunta esta li­gada al futuro de las confluencias de Podemos.

Y digo confluencias porque el rasgo más distintivo de Podemos es que no se trata de un partido unitario. Podemos ha puesto en práctica su concepción de España como Estado plurinacional. Sus componentes son autó­nomos, provienen de expresiones políticas de las distintas sociedades nacionales y regionales. Ada Colau no recibe órdenes de Madrid. Por eso Podemos es la ­primera formación política precisamente en Euskadi y En Comú Podem en Catalunya. Y los avances decisivos de la nueva política se han producido en Galicia, en el País Valenciano y en Baleares. Su fuerza es ser expresión de la diversidad del país sin pasar por el molinete centralizador característico de la derecha autoritaria o la izquierda jacobina.

Parece, sin embargo, que el fenómeno Podemos ha tocado techo tras el 26-J aun contando con más de 5 millones de votos. La pérdida de un millón de votos se debió parcialmente a la abstención de votantes de IU cuyos ex líderes Lara y Llamazares fueron críticos de la alianza. Pero la desmovilización de algunos votantes de Podemos también fue consecuencia de tácticas cambiantes y negociaciones tortuosas para la formación de gobierno. Podemos fue coherente con su negativa a votar un programa marcado por las políticas neoliberales de Ciudadanos y sin posibilidad de compartir gobierno a menos de renunciar a puntos fundamentales de su propuesta. Pero perdió la batalla de la percepción pública, sobre todo entre los mayores, al parecer responsables de la incertidumbre política que, sin ser realmente un problema para el país, se convirtió en la obsesión de los medios y los políticos hasta alarmar a los ciudadanos.

La amplificación del debate interno por parte de los medios acercó a Podemos a la imagen de la política tradicional, siendo así que el debate abierto es una marca de la nueva política. Las campañas anti-Podemos eran de esperar. Si se confronta un sistema, el sistema se defiende con todo. Y es aquí donde Podemos no superó su ambigüedad entre ser una palanca de cambio profundo sin complejos o constituirse en nueva izquierda del sistema para llegar al gobierno. De hecho, nunca fue posible para Podemos ser fuerza hegemónica de gobierno, ni siquiera decisiva. Si su análisis es correcto y si quieren “asaltar los cielos”, era previsible que todos los componentes del sistema, incluidos los socialistas, reaccionaran, construyendo cualquier tipo de coalición para excluirlos. Sánchez no podía, sin permiso de sus superiores, aliarse a Podemos sin el contrapeso de Ciudadanos. Y mucho menos entrar en coalición de gobierno de izquierda bajo liderazgo de Podemos si el sorpasso se hubiera producido. Es esta la contradicción de fondo de Podemos. El cambio ya está en marcha en los ámbitos locales y autonómicos y esto será decisivo. Pero a escala estatal, antes de llegar al gobierno con voz propia necesitan construir hegemonía en la sociedad. Y eso nunca se ha hecho adaptándose a lo que hay sino abriendo las mentes a lo que puede haber.

Un proceso necesariamente lento y que pasa por la movilización contra las políticas antisociales, articulando la protesta cívica con la oposición parlamentaria. Presentarse como socialdemocracia no es creíble, como bien dijo Zapatero, porque la socialdemocracia española es el PSOE. Y es en realidad una mala idea cuando la socialdemocracia se hunde en toda Europa por aparecer claramente como gestora de la austeridad y del imperativo de los mercados. Otra cuestión es recuperar la defensa del Estado de bienestar y otros valores abandonados por la socialdemocracia y articularlos con los nuevos valores del siglo XXI.

Podemos tiene que elegir entre las alianzas parlamentarias para alcanzar cuotas limitadas de poder subordinado o la utilización democrática de las instituciones en representación de una sociedad movilizada contra un sistema injusto. Oscilar entre las dos estrategias conduciría a su desintegración. Y de hecho no tiene mucha elección porque ya no es creíble para el sistema como partido domesticado tras superar sus ínfulas juveniles. El futuro de Podemos está inscrito en su pasado como expresión política autónoma del movimiento social (La Vanguardia, Manuel Castells, 30/7/16).

Podemos: radiografía del cambio

La formación liderada por Pablo Iglesias se encuentra en una encrucijada formidable: no en vano, cualquier escenario le es favorable. Acaso participe en un gobierno “progresista y de reforma” presidido por el socialista Pedro Sánchez. Pero, de formarse cualquier otra fórmula de gobierno, Podemos estaría, ahí, en la oposición, dispuesta a recoger todos los réditos del desgaste de las demás formaciones. Y, de no forjarse tales, de celebrarse nuevas elecciones, a principios de verano tal vez, deglutiría Izquierda Unida y captaría votos socialistas, convirtiéndose en el segundo partido español; materializándose el temido sorpasso a un PSOE en declive como partido hegemónico de las izquierdas. No obstante, persiste sin ser elaborado todavía un diagnóstico compartido, y en todo caso decisivo, acerca de su naturaleza. Podemos, entonces: ¿es neocomunista?, ¿es populista?, ¿ambas cosas? ¿O estamos ante otra cosa?Podemos

¿Neocomunistas o populistas?

Es innegable que muchos de los líderes y de los activistas de Podemos proceden del marxismo-leninismo. Así, el propio Pablo Iglesias militó durante años en las Juventudes Comunistas (rama juvenil del Partido Comunista de España) al igual que la que fuera su pareja Tania Sánchez, la eficaz “submarino” de Podemos en Izquierda Unida. También estuvieron vinculados con ambas formaciones de izquierda, en diversos niveles y circunstancias, Juan Carlos Monedero y numerosos “cuadros medios” de Podemos. Íñigo Errejón, por su parte, se movió inicialmente en el entorno de los trotskistas de Izquierda Anticapitalista, ahora Anticapitalistas a secas; colectivo de larga trayectoria que ha generado no pocas tensiones en el seno de Podemos y que contribuyó, particularmente en sus inicios, a su lanzamiento, extensión y configuración.

El tercer ingrediente humano de Podemos es el de los procedentes de diversos colectivos asociados -de un modo a otro- al Movimiento del 15 M; es el supuesto de la cofundadora de la formación Carolina Bescansa. Cuestión aparte y más compleja es su relación con los agregados en algunas comunidades, por ejemplo las Mareas municipalistas gallegas. Por último, otras fuerzas se les han asociado electoralmente, caso de Compromís en Valencia; otra coalición de múltiples ingredientes a su vez.

En cualquier modo, pervive un razonable interrogante en torno a su verdadera naturaleza; no en vano ésta determinaría su programa político en toda su extensión, del que en realidad, se sabe muy poco. Por ello, es lícito preguntarse, ¿existe, tal vez, una agenda oculta?

Es incuestionable, antes que nada, que la figura de Lenin genera, entre la mayoría de líderes podemitas, un enorme atractivo. Es más, Pablo Iglesias, alardea de ello sin ningún recato. Pero, ¿qué significa ser leninista en pleno siglo XXI? Pues, ante todo, la conquista y el ejercicio del poder a cualquier precio. Y para conseguirlo, servirse de un tacticismo despiadado; lo que explica las contradicciones, lagunas, pronunciamientos demagógicos y oportunistas -también las mentiras más o menos veladas- de los líderes podemitas. Recordemos la polémica y comentarios que generó su invocación, en la asamblea fundacional de Podemos en octubre de 2014, al “asalto de los cielos”; como horizonte activista ideal. Una invocación al impulso revolucionario de los comunistas, desde la experiencia frustrada de la Comuna, según palabras de Karl Marx, hasta llegar a la mismísima Revolución rusa de 1917. Pero todo aquello hoy día parece muy lejano, carente de interés e incomprensible, salvo para iniciados. Y, ciertamente, no nos encontramos en un contexto de guerra mundial con millones de movilizados, desplazados y víctimas. Ni sufrimos un régimen autocrático con millones de desposeídos al borde de la insurrección y espoleados por diversas fuerzas revolucionarias de naturaleza violenta. Tampoco existe un partido bolchevique o similar que maneje unos miles de militantes fanáticos, decididos y despiadados, dispuestos a jugárselo todo. El mundo se encuentra interrelacionado, globalizado, con una economía de alcance planetario. Ya no existen fuerzas insurreccionales, al menos en Europa, que aspiren a una transformación radical del capitalismo, hacia un renovado “socialismo real”, al precio del aniquilamiento de la burguesía y de todo opositor. Es más, lo que queda de proletariado aspira, más que a nada, a vivir como buenos burgueses. Y el modelo vital de gran parte de las izquierdas es el de la gauche-caviar. Si el marxismo-leninismo “clásico” se sustentaba en el control de los medios de producción, en la eliminación de la propiedad privada, y el ejercicio terrorista de un poder político centralizado y omnipresente, los izquierdistas de hoy quieren vivir bien y sus modelos vitales están por completo alejados de aquellos militantes austeros, rudos y disciplinados, capaces de sacrificar todo confort y proyecto personal en aras de los intereses del partido. No existen, pues, “condiciones objetivas” para el despliegue fatal de un estallido revolucionario.

 

El socialismo del siglo XXI

Las diversas izquierdas, especialmente desde la caída del Muro de Berlín allá por 1989, se encuentran, sobre todo las del espectro “comunista” (ya pro-soviéticas, estalinistas, pro-maoístas, pro-albanesas, pro-yugoslavas, trotskistas o castristas), en un período de debate y remodelación. Para ello vienen buscando nuevos instrumentos teóricos; de ahí la importancia del análisis gramsciano, de su interés por la conquista de la “hegemonía cultural” y su vocación de “intelectuales orgánicos” catalizadores de novedosos modelos de transformación social potencialmente revolucionarios. De ahí ese constructo denominado “socialismo del siglo XXI”, enunciado por primera vez por Heinz Dieterich Steffan, y al que se remitiera Hugo Chávez en el V Foro Social Mundial; de modo que la denominada “Revolución Bolivariana” era su criatura más desarrollada. No es casualidad, pues, que algunos de los dirigentes de Podemos (y los de las CUP, ETA, etc.) hayan mantenido –o mantengan- estrechas relaciones con el régimen chavista. Y, en el caso de sus vínculos con el régimen iraní actual, no se trata tanto de abiertas simpatías políticas, como de mero oportunismo: soportes técnicos accesibles, financiación de laque beneficiarse, alianzas tácticas para poder avanzar, coincidencias revolucionarias en suma. Una vinculación que escandaliza a tantos, dado el trato dispensado a la mujer en aquél país tan alejado en sus usos del modelo feminista implantado en nuestra decaída Europa; lo que se antoja como una alianza contra-natura que, sorprendentemente, desde las izquierdas se ignora por completo. Pero, ya dijimos, el leninismo es, ante todo, oportunismo y ausencia de escrúpulos; o si lo prefieren, puro y duro tacticismo.

El continuo reclamo de Podemos, entre otras, a nuevas fórmulas de democracia directa y representativa, les ha generado la acusación de “populista”; término empleado a modo de insulto, o descalificativo apriorístico, indiscriminadamente. Y, es bien cierto, no pocas de las actuaciones de Podemos pueden calificarse inequívocamente como tales: sus discursos altaneros, sus propuestas de “empoderamiento” de determinados colectivos (especialmente “las mujeres”, lo que les hace abrazar la ideología de género), sus ataques sentimentales a “la vieja casta” y a “los poderes mediático-financieros” (de los que también se han beneficiado y mucho, caso de diversas televisiones privadas), su persistencia en la denuncia de hipotecas abusivas, sus continuas invocaciones al hambre y la supuesta degradación de amplios sectores populares, su denuncia de la expatriación de muchos de los integrantes de la “generación mejor formada de la historia”, etc., etc. Acaso la naturaleza última de Podemos no sea populista, pero muchas de sus tácticas sí lo son.

En todo caso, decíamos, el proletariado ya no es un actor revolucionario. Entonces, ¿qué sectores sociales son susceptibles de una acción transformadora? Hablemos, ya, del precariado.

Sigue leyendo

Podemos y El País

Un repaso al tratamiento de Podemos en “el periódico global”, antes conocido como “diario independiente de la mañana”, aporta mucha luz sobre los intereses ocultos de algunos medios de comunicación.Pablo Iglesias

 En ocasiones el ruido mediático es tan confuso que uno no sabe cómo analizar la realidad. Cuando esto ocurre yo tengo una brújula ética infalible: la iglesia. ¿Algaradas estudiantiles en Venezuela? ¿Qué pasará ahí? Miro a ver qué opina la iglesia y ya sé dónde posicionarme. Pero a veces la iglesia anda ocupada con sus asuntos y no dice nada. Cuando eso ocurre yo busco con la mirada otro faro aún más luminoso: El País. Al fin y al cabo la palabra de los obispos se la lleva el viento pero los titulares de El País… ¡Ah! ¡Eso es otra cosa! Uno tiene la sensación de estar leyendo lo que será historia del periodismo.

No me cabe ninguna duda, por poner un ejemplo, de que el tratamiento informativo de El País con Sudamérica, singularmente en lo que se refiere a Venezuela, Bolivia, Uruguay o Argentina, será estudiado por los alumnos del futuro como un ejemplo insuperable de cómo los medios de comunicación pueden ser serviles correas de transmisión de los intereses de las multinacionales que los sufragan.

Y tampoco me cabe duda de que, en ese temario de comportamientos abyectos, la relación de El País con Podemos tendrá un lugar de honor. Así que, para poner mi granito de arena en la investigación de esta historia de la insidia y ayudar a los estudiosos del porvenir, he repasado todos los artículos que el periódico monárquico le ha dedicado a esta formación política.

El País comienza a informar sobre Podemos un 16-02-14. El artículo: “Partidos por dos duros” enumeraba algunas de las fuerzas políticas emergentes (Escaños en Blanco, Partido X, VOX o Podemos) utilizando un tono relativamente neutro. En los dos meses siguientes apenas hay cuatro noticias hablando siempre en conjunto de varios o todos los citados. Para El País no se trata de algo digno de mucha atención. Hasta que llegan las elecciones y Podemos se convierte en la gran sorpresa. Otros medios que habían informado acerca del éxito de sus mítines y del crecimiento exponencial de la formación en las sedes sociales quizá no se sintieron tan sorprendidos. Pero El País, sí.

En los primeros días resulta un fenómeno simpático. Un coletudo desgarbado que vive su minuto de gloria. Esas cosas pintorescas que tanto gustan a la prensa. Se suceden las entrevistas, los estudios demoscópicos y los análisis. Se informa sobre la constitución de los círculos y las avalanchas de personas para apuntarse en la nueva formación.

A mediados de junio el tono empieza a cambiar. La veda se abrió con el titular “Las bases de Podemos se enfrentan a sus fundadores” que describía el resultado de una asamblea apocalíptica, con acusaciones de golpe de estado y amenazas de “mandarlo todo al carajo”. Desde Podemos se dijo que tal titular no respondía a la realidad de lo que allí aconteció y que no existía tal tensión interna. El presente parece darle la razón. Para entonces, la batalla contra Podemos se libraba fundamentalmente en los medios de comunicación de la caverna y en los debates televisivos. Pero al nuevo partido no parecían hacerle mella las simplezas de los estrafalarios personajes que defienden a la derecha carpetovetónica en las televisiones. Al contrario, cada rifirrafe que Pablo Iglesias mantenía con estos polichinelas parecía aumentar el caudal de sus simpatías.

Sigue leyendo